CITAS Y AFORISMOS
"Es una experiencia verdaderamente fascinante, te olvidas de todo, de todas las preocupaciones, de todos los problemas, toda tu atención se centra en no caerte, es un deporte en el que interviene todo el cuerpo. Produce una enorme sensación de libertad sentirse tan cerca de las rocas, de la naturaleza, de las montañas, cuando alcanzas la cima sientes tal felicidad que quieres volver a experimentar esa sensación lo más a menudo posible".
Leni Riefenstahl

sábado, 11 de diciembre de 2010

- LA MONTAÑA ES MI REINO. Gastón Rébufatt (1921-1985)

Las montañas –como los mares, los ríos, los bosques o los desiertos- constituyen nuestros terrenos de juego. Abajo, al pie de la pared, dos hombres mil veces minúsculos, allá en lo alto la cima. Pero cuando alcancen la cumbre, que nadie se equivoque: haya sido fácil o difícil la escalada, no se trata de una “victoria sobre una cima.”
¿Quizá podríamos hablar de victoria sobre uno mismo? También representa una bella frase. Pienso que resulta algo aún más simple y directo que eso: hemos nacido con un cuerpo, unos músculos, un corazón y un alma; ésta nos ha llenado –lo queramos o no- de ardores y anhelos. Las montañas constituyen terrenos donde podemos experimentar lo mejor que la Naturaleza nos ha dado “gratuitamente”. Y es que muy en el fondo de nosotros existe el deseo, la necesidad, el placer de jugar y respirar; es decir, de correr, saltar, trepar…
Aquí jugar no quiere decir en ningún caso jugar con la propia vida o “vivir peligrosamente”. Evidentemente no creo en seguir la máxima “Construye tu casa sobre el Vesubio”. De nuevo importa más marcar la diferencia entre el amor a la dificultad, sano y viril, y la del amor al peligro, que es fácil, estúpido y morboso. Ascender por una pendiente con peligro de avalanchas o atravesar un corredor en el que caen piedras no resulta difícil sino peligroso; la gravedad existe siempre, incluso para las rocas y los maravillosos cristales de nieve, y resulta estúpido o infantil hablar de “la montaña que mata” o de los “Alpes homicidas”, expresiones tan utilizadas como falsas. Lo verdaderamente importante para un escalador es conocer y aceptar estos límites, que pueden variar constantemente.
Inversamente, existe otra palabra de moda en nuestros días, tristísimo, negativa, miserable: la seguridad. Vivimos la época de la seguridad en todo, que disimula una cierta laxitud. ¿Es eso la vida, incluso la existencia? El hombre puede mostrarse valiente y al mismo tiempo alcanzar una cierta felicidad si se le da la oportunidad.
Hubo una época en la que se soñaba con vacaciones y viajes. Después, hace algunos años, aparecieron los términos “ocio” y “organización”. Por eso, aunque duren un mes, las vacaciones resultan cortas. Desde este punto de vista, el alpinista tiene suerte: una ascensión no representa sólo una cima que se escala, previamente son inviernos enteros en los que se despliegan mapas, se leen y releen libros, artículos y croquis.
Bajo otra óptica, una ascensión simboliza un espacio que se ha de recorrer. Soñamos con ello. Soñar, esperar, es quizá comenzar. Simboliza también una manera de encontrar la libertad, de buscar unas alas. ¡Cuando pienso en las veleidades de quienes han querido reglamentar el alpinismo!
Una ascensión representa una fiesta. El paisaje está allí, pero es el escalador quien lo materializa y lo ordena: salida bajo las estrellas, nacimiento del día, aparición de la luz, dos hombres que con su presencia en un desierto de hielo y roca aportan una vida diferente, una nueva razón de existir.
La cima no es más que una etapa entre la dura subida y el duro descenso, pues siempre hay que volver, como dictan las reglas del juego. Ahora, en caso de accidente, hay un helicóptero, y los pilotos –he tenido oportunidad de constatarlo- han adquirido unas habilidades y conocimientos absolutamente extraordinarios. Se puede decir sin exagerar que son capaces de ir a buscarlos a cualquier sitio. Los escaladores (e incluso los excursionistas) lo saben, y eso ha falseado las reglas del juego, porque una ascensión constituye más que nada un compromiso.
La montaña es mi reino
Gastón Rébuffat (1921 – 1985)

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