CITAS Y AFORISMOS
"Es una experiencia verdaderamente fascinante, te olvidas de todo, de todas las preocupaciones, de todos los problemas, toda tu atención se centra en no caerte, es un deporte en el que interviene todo el cuerpo. Produce una enorme sensación de libertad sentirse tan cerca de las rocas, de la naturaleza, de las montañas, cuando alcanzas la cima sientes tal felicidad que quieres volver a experimentar esa sensación lo más a menudo posible".
Leni Riefenstahl

jueves, 17 de marzo de 2011

- LA NECESIDAD DE LA MONTAÑA. Por Bartomeu Puiggros

LA NECESIDAD DE LA MONTAÑA. Por Bartomeu Puiggros
Debido al accidente de montaña que sufrí el 3 de octubre, los médicos, ya extrañados de que quisiera seguir practicando este "deporte" después de tan desagradable experiencia, sentenciaron que no podría hacer la más pequeña ascensión antes de un año y que era probable que nunca más pudiera hacer grandes excursiones.
Yo no podía esperar tanto, el montañismo no es un deporte, es una forma de ser, para mí es la vida misma; la prohibición de los médicos me puso de mal humor, extraordinariamente nervioso; veía que tenía necesidad de hacer alguna ascensión o me volvería loco. Tras mucho dudar decidí hacer una excursión pasase lo que pasase. Como tenía que ir a ver a los médicos para saber como seguía mi convalecencia, decidí esperar a verlos para saber exactamente a qué me exponía. En definitiva, un movimiento muy brusco podía seccionarme la médula espinar, pues la vértebra rota no estaba aún suficientemente asentada, además había el riesgo, debido al fuerte golpe en la cabeza, de que me sobreviniesen vértigos y mareos.
Hubo una curiosa "casualidad"; yo no creo en casualidades sinó en un mundo perfectamente ordenado por el Todopoderoso: el día 4 de febrero sufrí la última visita médica y el mismo encontré "El primero de la cuerda" de Frison Roche, que era para mí un símbolo del alpinismo y hacía seis años que buscaba infructuosamente.
No lo pensé más. Salí el día 15 hacia el Montseny y sin avisar a mis familiares ni a los camaradas de CEDADE (hubiera sido una responsabilidad para ellos en caso de pasarme algo por no haberme impedido ir). La ascensión, por la cresta del Castellets (la misma que hicimos en Semana Santa del año pasado con varios camaradas de Madrid).
La nieve estaba muy dura, suerte que traje el piolet; con algún temor debido al posible vértigo que me podía dar según afirmaban los médicos y pareciéndome la cresta, que había subido cinco o seis veces, desmesuradamente vertical y difícil, emprendí la escalada; poco a poco me fuí centrando, comprobé que no sufría vértigo ni mareo y que la escalada no me costaba apenas más que otras veces ( a pesar de una faja ortopédica que no me dejaba plena libertad de movimientos sobre todo en las desgrimpadas). Al llegar a la cumbre dels Castellets pude gozar de una magnífica vista del Pirineo Oriental catalán desde el Cadí al Canigó. Antes de atacar la pared de Les Agudes tenía que atravesar una pendiente de unos 45 grados de nieve muy helada, tuve que hacer escalones con el piolet, cada vez me notaba mejor; luego el ascenso por la pared norte de Les Agudes; magnífico, yo estaba como si nada me hubiera sucedido, escalando con soltura, esquivando las placas de hielo que traicioneramente escondidas cubrian algunas presas. Llegué al fin a Les Agudes, el tramo final de la carena estaba rematado por una bellísima cresta de nieve que daba al modesto pico de 1.706 m. un impresionante aspecto alpino.
Cuando sobre el pico leí "La grieta en el Glaciar", comprobé que verdaderamente existe una ordenación de los sucesos de nuestro universo por el Todopoderoso: en el argumento dos alpinistas quedan gravemente inutilizados, uno físicamente y el otro psicológicamente en un accidente de montaña, pero su amor hacia el alpinismo supera todo esto y vuelven a coronar sus queridos picos; la analogía con mi caso me impresionó. Gocé de mi estancia en el pico con una intensidad que nunca hubiese imaginado: no ya el paisaje, sino unas vulgares rocas, una cresta de nieve, se me aparecío con una belleza insospechada. Estuve 3 horas en Les Agudes, posiblemente las tres horas más intensas mi existencia.
Mi comportamiento es a todas luces censurable para toda persona que razone, pero en mi caso no valían razonamientos, tenía necesidad de ir a la montaña. ¿Para qué? ¿Para demostrarme a mí mismo que podía seguir haciendo montaña? ¿Para revelarme contra la adversidad de haber sufrido un accidente de montaña?. Todo esto es posible, pero el motivo fundamental lo desconozco, sólo sé que NECESITABA ascender a Les Agudes y que me compensaba los riesgos que habían advertido los médicos (que para ellos excluía la posibilidad de imaginar siquiera ir a la montaña), ante los instantes de vida intensamente vivida que sabía que me esperaban allá arriba, porque ¿de qué sirve la vida si no es para vivirla intensamente? ¿que interés tiene vagabundear por las ciudades de boite en boite, sin rumbo, sin nada por lo que luchar, sin nada por lo que vivir?.
Cuando por la noche regresé al local de CEDADE vestido de montañero, la sorpresa fué mayúscula y más cuando se enteraron de lo que había hecho; me llamaron imprudente, temerario... pero mis camaradas me comprendían, al fín sólo me reprocharon que no les advirtiese de lo que iba a hacer, para acompañandome, eliminar riesgos.
(Publicado en el boletín de CEDADE, III-1972)
Les muntanyes que vaig estimar, Bartomeu Puiggros

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