CITAS Y AFORISMOS
"Es una experiencia verdaderamente fascinante, te olvidas de todo, de todas las preocupaciones, de todos los problemas, toda tu atención se centra en no caerte, es un deporte en el que interviene todo el cuerpo. Produce una enorme sensación de libertad sentirse tan cerca de las rocas, de la naturaleza, de las montañas, cuando alcanzas la cima sientes tal felicidad que quieres volver a experimentar esa sensación lo más a menudo posible".
Leni Riefenstahl

domingo, 17 de julio de 2011

- TOCANDO EL VACIO

La montaña más atractiva es la que nadie ha subido antes. En 1985, Joe Simpson y Simon Yates se enfrentan a la cara oeste del Siula Grande, en la Cordillera de Huayhuash, en Perú, una montaña alejada de todo: “El campamento desapareció de nuestra vista e inmediatamente fui consciente del silencio y de la soledad de nuestra situación. Por primera vez en mi vida supe lo que significa estar aislado de la gente y la sociedad. Era maravillosamente tranquilizador estar allí. Reconocí una sensación de completa libertad: hacer lo que deseaba y cuando lo deseaba, y en la forma que más me complacía. Repentinamente el día entero había cambiado. Todo el letargo desapareció barrido por una independencia que nos vigorizaba. No teníamos responsabilidades excepto hacia nosotros mismos, y no había nadie para inmiscuirse ni para venir en nuestra ayuda...” (p. 18)

La escalada, que dura tres días, es lo más difícil que han hecho hasta el momento y al llegar a la cumbre, Joe se pregunta: “¿Y ahora qué? Era un círculo vicioso. Cuando uno cumple un sueño con éxito vuelve a la primera casilla y antes de que pase mucho tiempo comienza a invocar otro, un poco más difícil , un poco más ambicioso... un poco más peligroso. No me gustó pensar en dónde podría estarme llevando todo ese proceso. Como si, de alguna extraña forma, la propia naturaleza del juego estuviera controlándome, llevándome hacia una conclusión lógica pero inquietante. Siempre me perturbaba este momento de la llegada a la cumbre, este silencio y esta calma súbitos después de la tormenta, que me daban tiempo para preguntarme qué es lo que estaba haciendo y para dudar si no estaba perdiendo inexorablemente el control. ¿Estaba aquí por puro placer o era por egolatría? ¿De verdad quería volver por más? Sin embargo estos momentos también eran buenos, y yo sabía que estos pensamientos pasarían.” (p. 46)

Por las dificultades que han tenido en ascender esa pared vertical, eligen bajar por una nueva ruta, una arista que les llevaría en dirección al Yerupajá, pero descubren que es muy difícil y demasiado peligrosa. En una ocasión, Simon caen al vacío junto con la cornisa. “Nos enfrentábamos a una arista sumamente delicada, aunque se había derrumbado en parte, no por ello era más segura.” (p. 49) “La montaña había perdido su atractivo y su novedad, y yo deseaba bajar de allí tan pronto como fuera posible.” (p. 59)

En esa arista todo se complica: a Simon se le congelan los dedos y no puede hacer tareas muy complicadas, por lo que Joe baja primero a lo largo de la arista y es ahí donde se encuentra con un tramo de nieve que hace que caiga. El resultado: “«Ya está, me he roto la pierna. Estoy muerto. Todo el mundo lo decía... cuando sólo hay dos personas, un tobillo roto puede convertirse en una sentencia de muerte...” (p. 62) “La muerte me había parecido tan lejana, y sin embargo ahora todo estaba teñido de ella.” (p. 63)

¿Qué es lo que pasa a partir de entonces? “[Simon] Me miró. Tal vez su mirada fue demasiado larga y dura, porque volvió el rostro con rapidez. No con la suficiente rapidez, no obstante: tuve tiempo de ver su cara fugazmente, pero en aquel instante supe lo que estaba pensando. Tenía un curioso aire de desapego. Me sentí acobardado al verlo, súbitamente me sentí extraño, muy distinto a él. Sus ojos estaban llenos de pensamientos, pena. Pena y algo más: esa distancia que se concede a un animal herido al que no se puede ayudar. Simon había tratado de ocultarlo, pero yo lo vi, y retírela vista lleno de miedo y preocupación.” (p. 64) “En un momento se había abierto entre nosotros un abismo imposible de cruzar, y habíamos dejado de ser un equipo funcionando al unísono.” (p. 65)

El descenso se convierte en una odisea por la supervivencia. Simon une las dos cuerdas que llevan y hace bajar a su compañero todo el largo. Pero por la noche siguen bajando y Joe se desliza por una pendiente cada vez más fuerte hasta caer al vacío y quedar colgado. Carente de anclajes, que han gastado en la pared de subida, Simon aguanta en un asiento de nieve.

“Había transcurrido casi una hora desde la caída de Joe. Estaba temblando de frío.Apesar de mis esfuerzos, cada vez me resultaba más difícil sujetar la cuerda. Se me escapaba lentamente y el nudo presionaba ya contra mi puño derecho. No podía sujetarlo, no podía detenerlo. Esta idea me sobrecogió. Quedaron olvidados el frío y los deslizamientos de nieve: me estaba cayendo. El asiento se movió debajo de mí, desmoronándose un poco. Resbalé algunos centímetros. Pateé fuertemente con los pies en la pendiente y me detuve. ¡Dios mío! Tenía que hacer algo.
“¡La navaja! El pensamiento surgió de improviso. Naturalmente, la navaja. Rápido, vamos...
“Volví a inclinarme hacia delante y esta vez toqué la cuerda con la hoja.
“No hizo falta apretar. La tensa cuerda reventó al contacto con la hoja y yo caí hacia atrás al desaparecer el peso que tiraba de mí. Estaba temblando.
“Estaba vivo, y de momento aquello era todo cuanto podía pensar.” (p. 88)

Es imposible contar más, pues Joe Simpson lo hace de una manera mucho más ágil. Una cuerda cortada por el compañero en una situación desesperada se convierte en una batalla por la supervivencia y un encuentro con la vida muy diferente a como la veían antes. Sin embargo, Simon Yates se enfrenta con la crítica y es por ello que Joe Simpson se da a la tarea de escribir este libro. En esta segunda edición, Simpson escribe un nuevo epílogo y en él anota: “Escribí este libro con la esperanza de que mi relato de la historia tal y como sucedió ahogara de raíz cualquier crítica dura o desleal hacia Simon.” Y éste escribe:

“Toda mi zozobra después de haber cortado la cuerda no cambió en nada las cosas. Mi decisión había sido correcta y los dos habíamos sobrevivido. A lo largo de los años siguiente, he acertado a oír multitud de encontrados debates en torno a la ética de mi decisión y muchos hipotéticos «¿qué hubiera pasado si...?». He encontrado a gente comprensiva con mis acciones y otros abiertamente hostiles. Estas opiniones de segunda mano no significan nada comparadas con las palabras que Joe me dijo en la tienda aquella noche en Perú.” (p. 175)

¿Qué palabras habían sido?

“—Me salvaste la vida, ¿sabes? Aquella noche debió de ser terrible para ti. No te culpo. No te culpo. No tenías alternativa. Lo entiendo, y también entiendo que creyeras que yo estaba muerto. Hiciste todo lo que se podía hacer. Gracias por bajarme de la pared.” (p. 163)

El libro, además de ser un relato increíblemente ágil que impide que uno lo deje fácilmente y que lo ha convertido rápidamente en un clásico de la literatura de montaña, está lleno de aspectos los psicólogos especializados en aspectos de supervivencia y de montaña deben analizar muy de cerca. El libro fue ganador del Premio NCR 1989 y del Premio Boardman-Tasker, aunque posteriormente escribiría: “Parecía completamente erróneo llegar a ser conocido por un accidente grave: el buen nombre radica en los éxitos, no en las cagadas.” (Este juego de fantasmas, p. 310), el libro es más el verdadero temple del hombre en la supervivencia, tal como lo muestra Jack London en “Amor a la vida”. Sin embargo, la historia de Simpson es real.

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