CITAS Y AFORISMOS
"Es una experiencia verdaderamente fascinante, te olvidas de todo, de todas las preocupaciones, de todos los problemas, toda tu atención se centra en no caerte, es un deporte en el que interviene todo el cuerpo. Produce una enorme sensación de libertad sentirse tan cerca de las rocas, de la naturaleza, de las montañas, cuando alcanzas la cima sientes tal felicidad que quieres volver a experimentar esa sensación lo más a menudo posible".
Leni Riefenstahl

sábado, 21 de diciembre de 2013

- PRIMERA PARTE: DOCTRINA - UN MISTICO DE LAS ALTURAS TIBETANAS (MEDITACIONES DE LAS CUMBRES)




- PRIMERA PARTE: DOCTRINA  (Capítulo 3):
- UN MISTICO DE LAS ALTURAS TIBETANAS (1928)
(MEDITACIONES DE LAS CUMBRES) Julius Evola


A Milarepa – o Milaraspa o también Mila – extraño tipo de asceta y de poeta tibetano que vivió hacia el siglo XI después de J.C. Se debe un renacimiento de la doctrina metafísica del llamado “budismo del Norte” - Mahuyuna – en la forma de una tradición que ha continuado hasta nuestros días. Sus enseñanzas se trasmiten bajo la forma de cantos, engarzados en narraciones de episodios de su vida. A nuestro parecer, puede presentar interés para el lector de estas notas, tomar contacto con el mundo extraño de este misticismo, en el cual las impresiones de la alta montaña, la lucha con los elementos, el símbolo, la doctrina y la alusión a fenómenos enigmáticos de naturaleza supranormal se mezclan íntimamente. Traducimos, pues, de los fragmentos de algunos poemas de Milarepa, basándonos en la edición alemana, hoy imposible de encontrar, del LAUFER (Milarepa, Folkwang-Verlag, Hagen und Darmstadt, 1922), ya que no he podido obtener el texto original. Añadiremos algunos comentarios, porque en varios puntos el lector no iniciado en las enseñanzas generales del budismo tibetano se encontrará ante ideas, la directa comprensión de las cuales resultará bastante difícil.

La parte simplemente narrativa de estos poemas ha sido resumida por nosotros.

Habían pasado seis meses desde que el asceta Milarepa, retirado en al alta montaña, enfrente de la zona de los glaciares, con escasas provisiones, había sido sorprendido por una tempestad de nieve que, desde entonces, había aislado las cimas de todo contacto con los hombres.

Convencido de que Milarepa había perecido, los discípulos habían ofrecido los sacrificios de costumbre para los muertos, y al aproximarse la primavera se pusieron en camino, abriéndose paso entre las nieves, con objeto de encontrar, al menos, los huesos de Maestro.

En una etapa en la zona de los glaciares, se les aparece de improviso un leopardo blanco. Le siguen estupefactos, y he aquí que se transforma en un tigre y a la entrada de la llamada “Caverna de los Demonios” se oyen unas voces y un canto, que les hacen reconocer a Milarepa. Entonces se precipitaron a abrazar al Maestro. Este había proyectado el espejismo del leopardo y del tigre con una especie de sugestión a distancia, habiendo advertido la llegada de los discípulos.

El cuenta que, durante sus contemplaciones, casi sin alimentarse, no había experimentado la necesidad de comer; que en los días de fiesta los genios aéreos de las alturas le habían traído la esencia de las ofertas de los sacrificios hechos por los hombres; y que cuando los discípulos, considerando muerto a Milarepa, habían ofrecido también sus sacrificios, él los había sentido en sí mismo, hasta el punto de sentirse saciado de toda necesidad.

Ante la insistencia de los discípulos, Milarepa consiente en suspender la vida ascética en las alturas y descender hacia los altiplanos, donde ante el inesperado anuncio, acuden, alegres y exultantes las gentes.

Y entonces Milarepa, interrogado por todos, cuenta la historia de su estancia invernal en la montaña, de cómo había resistido a los elementos, al hielo y al viento, venciendo a las fuerzas invisibles (los “demonios”) oculto bajo la capa de la nieve. Después de lo cual expone su doctrina:

EL DEMONIO DE LAS NIEVES



Donde se encuentra la soledad deseada,
Allí el cielo y la tierra celebraron consejo.
Y por rápido mensajero enviaron la tempestad.
Las fuerzas elementares del Agua y del Viento se desencadenaron.

Las nubes oscuras del Sur acudieron.
Los dos – el Sol y la Luna – quedaron aprisionados.
Las casas de la Luna fueron cerradas.
A una orden, férreas cadenas fueron impuestas a los ocho planetas.

La Vía Láctea se volvió invisible.
Las pequeñas estrellas se desvanecieron entre las nieblas.
Y todo al final quedó preso entre el esplendor de las brumas.
Mucha nieve cayó, durante nueve días y nueve noches.
Uniformemente cae durante dieciocho días-noches.
Y en la gran nevada
Como pájaros revoloteando sobre los fuegos de la nieve
Y en la pequeña nevada
Colgaban como telarañas, o con el movimiento de un enjambre de abejas:

Y después todavía helados como guisantes o granos de mijo.
En rotantes torbellinos.
Adicionándose, el grande y el pequeño nevar, formaron un estrato inmenso.
La blanca aguja de la cumbre helada empezó a tomar contacto con el cielo.
Abajo, los árboles y los bosques fueron soterrados bajo los estratos de nieve.
Entre los torbellinos menguantes de lo alto.
Y los golpes gélidos del viento del nuevo año invernal.
Y el vestido de tela de mí asceta Milarepa – entre estos tres.
Sobre la alta cumbre blanca del monte de nieve se inició una lucha.
La nieve que había entumecido mi barba, de una vez se funde;
A pesar de su atroz aullar la tormenta se placó.
Mis ropas caen, como consumidas por el fuego.
Muerto para esta vida, me batí, firme luchador.
Lanzas victoriosas se cruzaron:

Despreciando la fuerza del enemigo, queda vencedor en esta lucha.
A los hombres dedicados a la espiritualidad les es dada una cantidad de fuerza.
De la que el gran asceta posee el doble.
Y el calor mágico despertado por la contemplación suple al sencillo vestido de tela. (1)
Las enfermedades, en sus cuatro grupos, fueron pesadas por mí, como si estuvieran en una balanza.
Y cuando mi parte interna, como externa, se calmó,
el alboroto de la tempestad, se concluyó el pacto.
Se vuelve insensible, tanto al viento frío como al viento caliente.
Entonces el enemigo se vió obligado a obedecer a todas mis reglas.
El demonio que había tomado la máscara de la nieve lo había abatido (2)
Esta vez el asceta resultó el vencedor...
Yo soy de la raza del León, el rey de las fieras;
Mi morada fue siempre la nieve de las alturas;
Por esto, toda preocupación, (por lo que a mí concierne) es supérflua.
Escuchadme a mí, el viejo.
Y a las estirpes futuras transmitireís la Doctrina...


EL CANTO DE LA ALEGRIA

Este es mi canto de la alegría.
La nieve me había separado del mundo.
Los espíritus aéreos de las alturas me traían el sustento.
Contemplando en mi alma, lo veía todo.
Sentándome sobre la baja tierra, ocupaba un trono.
Ahora yo canto los seis principios fundamentales. -
Tomando por analogía el dominio de los seis sentidos, (3)

Hablaré brevemente de las seis deficiencias interiores.
Pero las seis inmensidades que infunden la seguridad.
Excitan el sexto modo del bienestar espiritual...
Hasta que se advierte un vínculo – aquí no es el cielo;
Pueden ser contados – las pequeñas estrellas no existen;
Allí está el aumento y la disminución – el Océano no existe;
Si para pasar se usan los puentes – el fuego no existe;
Aferrado, el arco iris se desvanece.
Estas son las seis analogías según las cosas exteriores. -
Mientras se permanezca en una vida de abundancia no hay contemplación;
Mientras haya dispersión, no hay meditación;
Mientras hay incertidumbre, no hay disciplina;
Mientras haya dudas, no hay ascesis;

Donde está el principio y el ocaso, no hay sabiduría;
Donde hay nacimiento y muerte, allí no está Buda;
Estas son las seis deficiencias interiores. -
Una gran fé – es un camino hacia la liberación;
Tener confianza en maestros probados – es un camino hacia la liberación;
Consagrarse a un voto puro – es un camino hacia la liberación;
Caminar entre montañas salvajes – es un camino hacia la liberación (4)
Vivir en soledad – es un camino hacia la liberación;
La acción mágica – es un camino hacia la liberación;
Estos son los seis caminos de la liberación conseguidos con diversos medios. -
La adhesión primordial a las cosas es la inmensidad natural;
La coincidencia de la interioridad con la exterioridad es la inmensidad del saber;
La coincidencia de la luz con la sombra es la inmensidad del Buen Juicio;
La gran comprensión es la inmensidad de la fé;
La inmutabilidad es la inmensidad de la contemplacion;
La continuidad es la inmensidad del alma;

Estas son las seis inmensidades que infunden seguridad...
Tal es el canto del asceta que ha meditado durante seis meses...
La angustia del corazón que considera real lo que condiciona la existencia, es alejada;
La oscura tiniebla de las ilusiones generadas por el no saber, es disuelta; (5)
La blanca flor de loto de la visión intelectual abre ahora su corola;
La antorcha de la clara autoconsciencia es alcanzada;
La sabiduría se manifiesta, distinta;
¿Está verdaderamente despierto mi espíritu?
Cuando miro hacia lo alto, en medio del cielo azul,
El “vacio” de lo existente se me presenta como una evidencia;
Y yo no temo a la doctrina de la realidad de las cosas.
Cuando vuelvo mi mirada hacia el Sol y la Luna.
La iluminación se manifiesta distintamente a mi consciencia;
Y yo no temo el embotamiento ni la torpeza.

Cuando vuelvo la mirada hacia la cima de las montañas,
lo inmutable de la contemplación se presenta distintamente a mi consciencia;
Y yo no temo a la cesante inconstancia del vano teorizar.
Cuando miro hacia abajo, en medio de los ríos,
la idea de la continuidad se presenta distintamente a mi consciencia;
Y yo no temo a la imprevisibilidad de los acontecimientos;

Cuando veo la imagen del arco iris,
el “vacio” de los fenómenos queda experimentado en el punto central de mi ser interior;
Y yo ya no temo más, ni aquello que perdura, no aquello que fenece.
Cuando veo la imagen de la Luna reflejada en el agua,
la autoliberación, desligada de todos los intereses, se presenta diáfana a la consciencia.
Y ningún interés tiene ya poder sobre mí.
Cuando miro dentro de mi alma,
la luz del interior del recipiente se presenta clara a la conciencia: (6)
Y no temo a la tontería ni a la estupidez...

CANTO DE LA ESENCIA DE LAS COSAS



El temporal, el rayo, la nube de Sur.
Cuando se manifiestan, se manifiestan desde el mismo cielo,
cuando se desvanecen, se desvanecen en el mismo cielo.
Arco iris, niebla y bruma.
Cuando se manifiestan, se manifiestan en el mismo aire.
Cuando se forma, surge la misma tierra,
cuando se desvanece, se desvanece en le misma tierra...
Ríos, espumas y olas.
Cuando surgen, surgen en el mismo Océano,
cuando se desvanecen, se desvanecen en el mismo Océano.

Pasión, anhelo y avidez,
cuando surgen, surgen de la misma alma,
cuando se desvanecen, se desvanecen en la misma alma.
Sabiduría, iluminación, liberación.
Cuando surgen, surgen del mismo espíritu,
cuando se desvanecen, se desvanecen en el mismo espíritu.

Lo exento de renacimiento, lo incondicional, lo inexpicable.
Cuando surgen, surgen del mismo ser,
cuando se desvanecen, se desvanecen en el mismo ser.
Aquello que se considera como demonio,
cuando surge, surge del mismo asceta,
cuando se desvanece, se desvanece en el mismo asceta,
porque estas apariciones son sólo un juego ilusorio de esencia interior... (7)

Realizando la verdadera naturaleza del alma,
se reconoce que el estado de iluminación no viene ni va.
Cuando el alma, ilusionada por apariciones del mundo exterior,
ha realizado la enseñanza relativa a los fenómenos y el “vacio” no hay diferencia alguna... (8)
Cuando la naturaleza del alma,
se paragona con la del Eter,
es entonces cuando se conoce rectamente la esencia de la verdad.


NOTAS

(1) Los tibetanos creían en un síntoma de calor, que los ascetas conseguían producir por vía supra-normal, lo que les permitía no deber abandonar en invierno las grandes alturas, permaneciendo en estado de contemplación. Que no se trata de infundios fantásticos lo atestigua A. David-Neel, que ha vivido muchos años en el Tibet, haciendo vida común en estos ambientes, y que ha tenido la ocasión de aceptar la realidad objetiva de este fenómeno. De ello dió una descripción en la conferencia que pronunció en la Sorbona y que luego fue publicada en la Christliche Welt (nn. 1-2-3 de 1928), así como en su notable libro Mystiques et Magiciens du Tibet. A cualquier lector le puede interesar mucho un indicio sobre el procedimiento usado para producir este fenómeno mediante la fuerza espiritual. Después de los ejercicios preliminares, para habituarse a estar desnudo, o casi desnudo, en el frío, el asceta concentra su espíritu en el punto en el que se supone que se corresponde, en el cuerpo humano, con la fuerza cósmica del fuego ( el plexo solar). Se piensa primeramente en el fuego escondido bajo las cenizas. El ritmo de un profundo inspirar y expirar lo aviva. La ceniza empieza a enrojecer. Toda inspiración es reconocida por el asceta como una ráfaga que reanima más y más la llama. Se sigue luego con el pensamiento el revivar el fuego, imaginando que se posa sobre la espina dorsal: es, anto todo, un hilo de fuego, que luego toma la dimensión de un dedo, de un brazo, hasta que todo el cuerpo arde como un horno lleno de carbón incandescente. En este punto el asceta ya no debe de ver el fuego, ni “sentir” el cuerpo, sino pensar que todo el universo llamea como un inmenso mar de fuego agitado por el viento; casi perdiendo el sentido de la propia persona, él se siente como una llama de ese mar de fuego. Y es en ese punto cuando, si la concentración ha sido lo suficientemente intensa y regular, empieza a concentrarse en el cuerpo un calor sobrenatural. Por otra parte, aunque de modo generalmente involuntario, fenómenos de este género se encuentran también en la historia del ascetismo occidental.

(2) La visión del mundo a la cual se conectan tales enseñanzas es la que considera las cosas como manifestaciones de fuerzas suprasensibles, con las cuales es posible tomar contacto, para secundarlas o combatirlas, una vez realizados ciertos estados de la consciencia ascética. Venciendo interiormente las fuerzas invisibles de la tempestad y del invierno, Milarepa se vuelve también inmune contra las acciones de los correspondientes fenómenos físicos.

(3) En las enseñanzas Hindús, los sentidos no son cinco, como en nuestro caso, sino seis, porque ellos cuentan también el pensamiento, el cual, según esta doctrina, no es de ningún modo el espíritu, sino un “órgano” sui generis usado por la conciencia.

(4) Indicio que no dejará de interesar específicamente a nuestros lectores: la experiencia de la alta montaña, donde está incontaminada y primordial, ya era considerada por este extraño asceta, tantos siglos atrás, como un camino de liberación espiritual no menos fecundo de frutos que los propios de la fé, la devoción, el anacoretismo, etc.

(5) El concepto del no-saber (avidyâ) constituye la clave de toda la doctrina budista-tibetana referente a la “existencia condicionada”. Esa existencia, que implica miseria, sed, insatisfacción, agitación, nacimiento y muerte y nuevo renacimiento, procede de una cadena de causas, al comienzo de la cual se halla precisamente este misterioso “no-saber”, sobre el cual los textos arrojan poca luz, afirmando que el sentido de la cosa puede revelarse solamente a un cierto grado de desarrollo espiritual. En general, puede decirse que este no-saber se resume en ignorar el carácter ilusorio (respecto al ser absoluto) de la realidad fenoménica, actitud que genera un movimiento hacia lo externo y la destrucción del sentido central del espíritu: una especie de “caída” metafísica, que termina por hacer del “yo” algo casi automático llevado por la corriente del “devenir”.

(6) El “recipiente” es aquí, naturalmente, un símbolo del ser humano, en el centro del cual arde la llama de la conciencia superior.

(7) Estas visiones tibetanas son muy interesantes y representan un punto de vista original para la consideración del problema de ciertos fenómenos suprasensibles, presentando una cierta personificación. Aquí queda superada, sea la actitud del que niega la realidad de estas apariciones, sea del que, al contrario, las afirma incondicionalmente. Según el punto de vista en cuestión, “demonios” y también “dioses” no son más que proyecciones de ciertas formas profundas del espíritu humano, capaces, bajo ciertas condiciones, de desarrollar el aspecto de seres independientes e, incluso, de ser “vistos”. Creer en una verdadera realidad de estas apariciones es, pues, una de tantas ilusiones del “mundo condicionado”: pero, por otra parte, ellas no son, tampoco, una “nada”; es un modo por el cual el asceta experimenta ciertas formas profundas suyas antes de unirse a un conocimiento efectivo y verdaderamente consciente de la propia naturaleza, digamos, “trascendental”.

(8) Desarrollar la doctrina del “vacío” - cunya o cûnyata – nos llevaría demasiado lejos y a decir verdad, nos conduciría plenamente a la visión del mundo según el budismo tibetano (Mahayana). No hay nada que más se preste al equívoco que esta enseñanza, una vez expuesta a un espíritu occidental: ¿qué se puede, de hecho, pensar, cuando se dice que la esencia de todas las cosas es el “vacío”? El hecho es que, en tales tradiciones, más que de conceptos filosóficos, se trata de la transcripción aproximada de experiencias interiores, para nosotros más fácilmente accesibles mediante el símbolo que mediante la teoría. Después, Milarepa comparará la naturaleza del alma con la del “Eter”: recuérdense las sensaciones que se pueden experimentar ante un amplio, libre cielo, con los horizontes ilimitados tras las cumbres máximas, los cielos libres sobre los océanos, y, por ese camino, nos aproximaremos a la sensación del “vacío” de los ascetas tibetanos: es el estado de un alma liberada, desligada del vínculo de la individualidad física, desatada de la misma violencia de las percepciones sensibles, porque por toda esa realidad física asume casi la naturaleza de una “aparición”. En la enseñanza, según la cual, la sustancia de las cosas sería “el vacío” no se expresa un “nihilismo”, sino que se expresa sólamente la transcripción del modo de aparecer de las cosas cuando son experimentadas por una tal conciencia liberada, propia a la naturaleza del ser ilimitado. Por lo cual, aquí se da una superación de la idea del “nirvana” como “extinción” y fuga del mundo. Según esta doctrina, quien realiza el “vacío” ha llegado ya a la meta suprema, la vida en el mundo y el nirvana resultan para él una misma cosa, y él, según expresión de otro texto, el Kularnavatantra (IX,9), conoce el estado en el cual “no se está ni en un aquí ni en un no-aquí, ni en el ir ni en el venir, sino en una tranquila iluminación, como en un océano infinito”.

1 comentario :

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    Un saludo muy cordial

    Maite Sánchez

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